El otro día fue fiesta en Santiago de Compostela, y como cada año visitamos la fiesta del caballo, que podéis ver un poquito más arriba.
Pero en un apartado de la feria, había unas ovejas y unas cabras tan bonitas, que mi familia se enamoró de ellas. Bueno, no toda la familia, sólo el cabeza de familia puso mala cara, y ni las miraba.
_ ¡Ay mamá, te lo ruego, sólo esa cabrita, sólo una!.
_ ¡Ay mami, que monada!.
Así empezó nuestro enamoramiento.
La cabrita, era preciosa, y lamía a mi bebé Antonio, que al momento, le puso nombre, Le podemos llamar Señora Urbana.
_ Si hombre, que nombre tan raro, de eso nada, hay que buscarle otro nombre...
Yo miraba de reojo al que iba a pagarla, y sólo movía la cabeza de un lado para otro, diciendo que no.
_ Pero papá, yo la cuido, te lo prometo, yo la cuido.
_Vamos a ver, era lo que nos faltaba, una cabra, NI HABLAR, que NO, que No.
_ Señora Urbana, déjame tocarte el cuerno.
Y la Señora Urbana se pegaba a los niños.
_ Papá, papá, papá.....
_ NO, tenemos 6 gallinas, dos tortugas, un conejo, y dos perros, ¿y ahora la cabra?. NO.
La señora Urbana parecía entenderlo todo y lo miró a los ojos.
Bueno, primero me miró a mi, y me llamó Mamá, así...mamáaaaaa, mamáaaa.
Y después lo miró a él y le dijo.
_ Beeeeeeeeee.
Después de media hora, dos llorando, una enfadada y otro contento, nos marchamos, no sin antes coger el teléfono del dueño de las cabrita.
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