BUCEANDO

Hace no mucho me fui con mi entonces noviete, ahora maridete a pasar dos meses a Puerto Rico, un país maravilloso,que no sé qué contaros de él porque me quedaría corta.

Un día decidimos ir a bucear, yo le daba largas porque me daba un poco de cosa no poder salir a flote, pero no sé como hacía y sigue haciendo que después de más de 15 años juntos me sigue convenciendo con la frasecita, " total, ya que estamos, lo aprovechamos..." y que yo soy lela, al final hago parapente, me tiro en una canoa por unas cataratas, monto en un caballo que me tira por un precipicio... y hago buceo.

Pues bien voy al buceo.

Agua calentita, playa de arena blanca de revista, más de 45 grados.

Nos metemos en el mar, bien lejos, (para qué estar cerca), y empezamos a hundirnos.

Los pececitos que hasta ese momento me parecían graciosos, empezaron a rozarme las piernas, los brazos... la mayoría eran pequeños, pero cada vez empezaban a verse más y más grandes, el monitor les daba algo de comida, y en tres segundos me vi rodeada de tiburones.

Ahí según mi marido exagero un poquito, que según él sólo había Nemos y corales, da igual, el caso es que me vi comida por los peces, fue tal el agobio que me entró que no daba llegado a la superficie, así que me enganché al cuello de mi noviete dejándolo sin respiración hasta que logré que me dejase sana y salva en la arena, todavía me echa en cara lo poco que disfrutó ese día, y yo desde ese momento prefiero bañarme como las viejiñas... se moja uno la nuca, después los brazos, un poquito las piernas, y fresquita para toda la tarde....si supierais lo que hay ahí abajo...también lo haríais...