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Cuando era jovencita (ahora soy jovenzuela), para sacar unas pesetas trabajaba en un montón de cosas, repartiendo publicidad, pegando sobres cuando eran las elecciones, de azafata en congresos...
Pues bien, mi jefa Rosa Rosae Rosa me mandó a un congreso en el Colegio de Médicos.
_ Anita, hoy te toca aquí al ladito, terminas muy pronto, nada importante, poner diapositivas y pasar micrófono. Como mucho una hora, y porque tú lo vales, te pagamos el doble.
_ ¡Bien!- contesto yo- pero hoy tengo que salir puntual porque por la tarde tengo que ir a trabajar a la feria del libro, y el doble, caray muchas gracias, no me lo merezco. (Ahora espabilé un poco, no mucho, pero un poquito si, y sé que nadie da nada por nada).
Así que con mi uniforme recién planchado me presenté en el colegio de médicos.
_ Buenos días soy la azafata, me envía Rosa Rosae Rosa...
_Buenos días, sii, si, si, _ un señor con bigote muy espeso me recibe casi en la puerta. _ Cámbiate aquí dentro en esta salita.
Sin mediar palabra me quito la chaqueta, pero observo que no tengo otro uniforme para ponerme.
_ Disculpe señor, ¿qué uniforme me pongo?- pregunté con mi vocecita de pito.
_¿¿¿Uniforme???, no, no, ésto
El señor del bigote espeso coge una venda pequeñita que estaba encima de la mesa.
_Ésto tiene un agujero como un tubo, que te sirve de vestido.
_¿¿¿¿¿¿¿¿???????????- pregunto yo.
_ ¿Pero no le ha dicho nada su jefa?- gruñe.
_La verdad es que no- contesto yo con la lágrima en el ojo derecho (es el que antes se pone a llorar).
_ Pues venga espabile que no tenemos todo el día- vuelve a gruñir.
Así que me quito el uniforme y me pongo la venda tubo por debajo de los brazos hasta los tobillos, y como no, los zapatos de tacón.
El señor Bigote llama a la puerta.
_¿Está lista señorita?- pregunta.
_ Si, creo que si- contesto con voz temblorosa.
_ Vamos, entre ahí que la está esperando.
Por mi cabeza de chorlito pasaron infinidad de cosas.
La primera era que si se entera mi madre que estoy así vestida me mata.
La segunda que mi jefa Rosa Rosae Rosa era una petarda y que me iba a oir.
La tercera que como me operasen de algo mi madre me volvía a matar...
Abrí la puerta y empecé a ver cabezas no sé cuantas, ¿100?, ¿200?, no sé, todos con batas blancas sentaditos y callados.
_ Túmbese aquí por favor- me dice el Doctor Muerte.
Y me tumbé.
_Estire los brazos.
Y los estiré.
_ Gírese.
Y me giré.
Así durante media hora.
Y me escayolaron.
Si si, me escayolaron. Desde el cuello a los pies.
Cuando terminaron de hacer preguntas me pude levantar e irme.
Me dolía todo el cuerpo. Así que llegué a la feria del libro llorando a todo llorar, y allí me estaba esperando mi noviete que compadeciéndose de mi mientras me quitaba los restos de la escayola de la cara me decía que todos esos males se quitaban con un helado gigante de chocolate...
...Y así fue...